El mundo no es tan móvil
ni está tan interconectado como creemos. En ciertos sentidos la geografía
continúa manteniendo bajo su garra a miles de millones de personas. Todos
nacemos en un entorno natural y cultural que nos modela individual y
colectivamente. Desde nuestra lengua materna, pasando por la religión de
nuestros padres y llegando al peligro de los desastres naturales, el punto de
inicio de nuestro viaje tiene mucho que ver con nuestro destino. El punto de
vista de De Blij es de gran interés para políticos, inversionistas, ONG y
cualquier persona a la que le guste estudiar mapas para obtener las
revelaciones que se esconden en los pliegues de los mismos.
Los lugares determinan
muchas cosas en nuestra vida. A pesar del mito moderno de la sociedad movible,
la gran mayoría de los ciudadanos del mundo morirán en sus países de origen. Gran
parte de los habitantes de la Tierra hablarán el lenguaje, se vestirán,
seguirán las costumbres, practicarán la religión y lamentarán los reveses de sus
países de origen. Quienes han nacido en pobreza seguramente morirán pobres. Los
miles de millones de personas que han nacido en lugares pobres sufren más
enfermedades, tienen menos acceso a la salud y vivirán menos años que los
millones de afortunados que han nacido en tierras más favorecidas.
Desde 1994 y por primera
vez en la historia, 50% de la población mundial vive en ciudades. Londres,
Nueva York, Hong Kong y otras son ciudades mundiales, que forman parte de una red
global urbana. Londres está más conectado con Nueva York que con otras ciudades
menos importantes de Inglaterra. De igual modo, Miami interactúa más con Sao
Paulo que con Jacksonville.
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