En muchos países industrializados, la
crisis económica y, en particular, la crisis de la deuda, han destapado un
problema estructural. Existe un elevado nivel de endeudamiento que no afecta
solamente al sector público; es mucho más importante la suma de la deuda de las
familias, el sector financiero y las empresas.
Las
previsiones se complican aún más si añadimos los compromisos adquiridos por los
Estados con la población en forma de pensiones y sistema sanitario. En los
países europeos, la
Diferencia
entre el coste de estas obligaciones futuras y los ingresos previstos, las
denominadas “unfunded liabilities”,
multiplica por entre tres y siete la actual deuda de los Gobiernos. Estos necesitarían
tener cuatro veces su PIB actual en el banco y los intereses generados para cubrir
indefinidamente dichas necesidades de financiación, según datos del National
Center for Policy Analysis. Tal presión financiera pone contra las cuerdas la
sostenibilidad del Estado de bienestar, especialmente el actual sistema sanitario
y de atención a los mayores.
Robots
que cuiden a nuestros mayores parece una idea de ciencia ficción, pero no lo
es. En Japón, el Gobierno ya ha empezado a promover el uso de autómatas para
atender algunas necesidades de las personas mayores, y se calcula que este tipo
de máquinas generará un volumen de negocio de más de 7.000 millones de euros en
2015, cuando uno de cada cuatro japoneses haya alcanzado los 65 años. Suplir
completamente el trabajo de las personas por robots no parece factible, pero ilustra
la envergadura de un problema acuciante: el
envejecimiento de la población desestabilizará la balanza demográfica en los próximos
años, disparando el número de personas dependientes y reduciendo al mismo tiempo
la fuerza laboral en los países industrializados.
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